Luciana Ferrando.
Especial para Clarín.com
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Ser o no ser el
padre, esa es la cuestión que los laboratorios privados italianos y alemanes
lanzaron al mercado hace algunos meses para promocionar sus nuevos kits de
Test de Paternidad. El nuevo método permite resolver semejante dilema
existencial en una semana, sin el consentimientos materno, recibiendo el
resultado vía fax o e-mail y por la módica suma de 700 euros. La Argentina
no marcha a la zaga y cuenta también con un sistema veloz y discreto que
tiene como objetivo confirmar o refutar científicamente una “paternidad
dudosa”.
Desde su página web, el
laboratorio de
biotecnología EGA (una empresa que nació en el marco del Programa de
Transferencia y Vinculación Tecnológica de la Universidad Nacional de
Quilmes) ofrece test de paternidad con kits para tomar la muestra a
domicilio. Hoy, biotecnólogos y estudiantes avanzados de la carrera,
realizan allí cerca de 18 análisis mensuales, con precios que rondan los $
950. Y lejos de estancarse, el número de clientes crece: el laboratorio ya
fabrica sus propios reactivos para los test, y está comenzando a hablar de
exportación.
Tal vez sea pronto para aventurar si se trata de un nuevo avance de la
ciencia que permitirá que los supuestos padres se hagan un test de ADN en
casa, con resultados instantáneos, tal como sucede con los tests de
embarazo. Quizá sólo sea una nueva estrategia de marketing para una sospecha
que es casi tan antigua como el mismísimo hombre. Porque, tal como lo
explica la Licenciada Margarita Bonomo, “las mujeres tienen certezas que
están fuera del alcance masculino. La paternidad puede ser dudosa, pero la
maternidad no”.
“El hombre suele ser muy reservado respecto a sus dudas sobre la paternidad.
Confesar temor implica dejar de lado su orgullo de varón”, asegura el
licenciado Guillermo Vilaseca, especialista en temas de
masculinidad.
Con su teoría, de algún modo rebate la idea de que la falsa paternidad es un
fantasma común entre los hombres argentinos. Ambos psicólogos coinciden en
que “el vínculo de los argentinos con la paternidad ha cambiado
positivamente en la última década, y el hombre es cada vez más activo en su
rol familiar” pero también acuerdan en que el mito del “hijo del sodero”
parece no estar del todo desterrado de nuestra sociedad.
“Jamás se me ocurrió desconfiar de mi paternidad porque mi hijo es igual a
mí. Pero si en algún momento hubiera sentido dudas, hubiera preferido no
saber. Una verdad así es irreparable”, admite Alejandro Filón, de 37 años,
padre de un hijo de 13. Sin embargo, según la Dra. Silvia Benasayag, del
Centro de
Estudios Genéticos, “los hombres de hoy tienen menos miedo a averiguar,
aunque a veces puedan tardar un año en decidirse a realizar el test”. La
doctora añade que, en muchos casos, el motor de la sospecha parte de cierto
desconocimiento. “La gente, en general, ignora las leyes de herencia
genética, y un gran número de consultas surgen porque las características
físicas del hijo no coinciden con las del padre. Pero el principal motivo
sigue siendo la infidelidad, ya sea intuida o confirmada”, explica.
Para la Lic.. Bonomo, la razón de la inseguridad en cuanto a la fidelidad de
la pareja está directamente relacionada con “el poco compromiso que se da en
las relaciones actuales entre las personas de 25 a 35 años”. Y de ejemplo
cita una encuesta reciente en el que el 82 por ciento de las mujeres teme
más que su marido se enamore de otra mujer a que le sea infiel una noche,
mientras que para el 44 por ciento de los hombres es a la inversa. “Para el
varón, la mujer es su mujer, mientras que para ésta el hombre es su amor.
Pero la mujer de hoy tiene más libertad sobre sus actos, lo cual le da un
poder sobre la paternidad del que el hombre carece. Por eso, la confianza
opera como factor fundamental en estos casos” sugiere
Vilaseca.
Desde el punto de vista legal, no existen impedimentos para que un
laboratorio envíe una prueba a domicilio o la realice sin el consentimiento
materno. “Si la tenencia del hijo es compartida no se requiere la
conformidad expresa del otro progenitor”, dice el Dr. Mauricio Mizrahi,
abogado y autor del libro Identidad filiatoria y pruebas biológicas. Cuando
la pareja está divorciada y la tenencia está a cargo de uno sólo de los
padres, la situación cambia. “En ese caso, si la tenencia es de la madre,
por ejemplo, el padre sí deberá contar con su autorización para realizar el
ADN”, explica Mizrahi, sin dejar de mencionar que “los tests de carácter
privado sirven para despejar dudas personales, pero al llevar el caso a la
justicia sólo tendrán utilidad como elemento de apoyo ya que el estudio se
deberá repetir de forma oficial, según lo determine el juez”.
Esteban Palacios, de 40 años, papá de un hijo de 2, opina de manera similar.
“Si creyera que mi hijo no es mi hijo, hablaría seriamente con mi mujer,
antes de pasar por un laboratorio. Confío más en ella que en el resultado de
un test”. La promoción de los test de ADN apunta a lo contrario, a poner en
evidencia la infidelidad de la mujer sin que cuente su intervención. “Con el
test de paternidad puede estar tranquilo y quitarse cualquier duda”, “¿Será
mío o no será mío” rezan los eslogans de los laboratorios que ofrecen los
ofrecen al mejor estilo “hágalo usted mimso”. En este sentido, las opiniones
están divididas: mientras que para el Lic. Vilaseca estas campañas no hacen
sino “consolidar vínculos de desconfianza e individualismo la Dra. Andrea
Puppio, del Centro de Estudios Genéticos, alega que “mucha gente prefiere la
privacidad y confidencialidad, y una forma de obtenerla es a través de este
tipo de estudios”.
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