Arquitectos de nuestro futuro: ¿Cómo afrontar el año sin que el estrés laboral nos deteriore?


El proyecto laboral es el proyecto de vida? ¿Vivimos para trabajar o trabajamos para vivir? ¿El trabajo es salud?

Abordaremos aspectos que hacen al malestar en el ámbito
del trabajo, alternativas que nos permitan afrontarlo y desarrollar creativamente nuestra tarea.

Mi primer trabajo profesional fue como maestro de escuela. Al iniciarme en la tarea estaba convencido que era lo mejor que me podría pasar en la vida. Las primeras suplencias me llevaron a recorrer diversas escuelas, en ellas me encontraba con unos personajes particulares: las secretarias.

En general eran maestras que habían decidido no ejercer nunca más frente al grado. Me pregunté: “¿Cómo puede ser que una persona, después de determinado tiempo, llegue a rechazar este rol?” Conversando con ellas descubrí que en su mayoría habían empezado su carrera como maestras trabajando desde el entusiasmo, desde ilusiones iguales a las que teníamos mis compañeros y yo cuando terminamos quinto año y cantábamos en el obelisco: “¡La niñez argentina quiere un maestro varón!”. También nosotros en el camino nos íbamos a dar cuenta de que por más buena voluntad que tuviéramos, nuestra capacidad de acción se iba a ver limitada.

Hoy sabemos que uno de los factores de riesgo remite a la subjetividad de cada profesional o sea que depende de los propios ideales en relación a la tarea. Las investigaciones que rastrean las características de las personas más propensas a ser afectadas señalan la amplitud y aun el exceso de aspiraciones en lo que se refiere al cumplimiento exitoso de la tarea a pesar de la adversidad de las situaciones en las que se actúa. Así cobran relevancia, a la par de las expectativas de cada uno, la situación de contexto tanto sociopolítica y económica como cultural.

¿Qué hacen los deportistas en su trabajo? La mayoría de nosotros tenemos conciencia de que, además de haberse capacitado, entrenan cotidianamente, se preparan física y nutricionalmente. Antes de una competencia se concentran como parte de su preparación.

Así es que nos parece normal que un jugador de pelota, un deportista y un artista requieran de un entrenamiento permanente y un cuidado especial antes de sus presentaciones.

Me pregunto entonces… ¿Cuál es el entrenamiento que requiere nuestro trabajo? ¿Quién se encarga de nuestra formación permanente? ¿Cuál es nuestra rutina de ejercicios cotidianos para no lesionarnos en la cancha?

Estas lesiones -patologías tienen que ver con el agotamiento espiritual, emocional, y físico – que aparece en la vida de ciertos profesionales ocasionan una declinación en su capacidad para experimentar satisfacción y/o para cuidar de otros.

El proceso puede tomar desde semanas hasta años antes de manifestarse. En cualquier caso podemos reconocer una secuencia de tres momentos:

1. Seducción por la puesta en marcha de la profesión elegida, por el camino hacia el logro de sus metas.
2. Con el pasar del tiempo comienza a adaptarse a las posibilidades que le ofrece el medio en detrimento de sus ilusiones, empobreciéndose y dando espacio al surgimiento de síntomas, tanto físicos como psíquicos. Va perdiendo su entusiasmo inicial y encontrándose con el tedio en el desempeño de su rol. Es el comienzo de la llamada “fatiga
profesional”.
3. En el tercer momento las defensas colapsan y la enfermedad se instala, entonces las personas aceptan las frustraciones desde la resignación y el malestar como parte de lo cotidiano. Suelen retraerse o estar malhumorados casi todo su tiempo laboral. Pierden la capacidad de sentir empatía por otro, degradando su posibilidad de sentir y de cuidar.
Otros síntomas que ponen evidencia el “burn out” o estrés laboral suelen ser: la creciente dificultad para la toma de decisiones, la merma en la creatividad y en la búsqueda de nuevos recursos, mayores esfuerzos para lograr concentración y un aumento significativo de las situaciones de olvido. Estas situaciones suelen generar sentimientos de perplejidad, irritación, enojos, sensación de impotencia, llegando a aborrecer la actividad laboral. Llegamos justamente al quiebre de la vocación, de la identidad profesional que es lo que consideramos quemada.

Reconocemos también la presencia de diversos factores que suman a la instalación del burn out: instituciones que imponen altas sobrecargas de tarea, entornos desfavorables, horarios excesivos, falta de reconocimiento, o peor aún, excesos en las críticas de los superiores jerárquicos y de los pares. Esta sumatoria pone en riesgo tanto la integridad
como el desempeño de las personas.

Reconocida la necesidad de una instancia de cuidado, hemos llegado a la pregunta por el “cómo”
¿Cómo trabajar para mejorar la calidad de vida?
¿Cómo instalar este trabajo entre nosotros?

En desafío es la búsqueda de alternativas creativas para poder encontrar las maneras de mirar el mundo de posibilidades que es el futuro sin que el pasado actúe como cristal turbio, Concebir cada obstáculo como una nueva oportunidad, habilitar el contacto con nuestras emociones y con la creatividad, experimentar la satisfacción de apostar a los proyectos propios, retomar el contacto con los deseos, salir del aislamiento incorporando a los otros como aliados, descubrir la propia potencialidad, sostener y/o recuperar la alegría y la esperanza en las tareas cotidianas para posicionarnos como arquitectos de nuestro futuro.

Síntesis del Artículo: “Burn out: Desgaste por empatía. Trastorno de Stress Post-Traumático” de Guillermo Vilaseca por Mariela Rígano

 

Lic. Guillermo Vilaseca
 

Este artículo fue publicado en la edición, N°164 de la revista Campo Grupal.

 

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